martes, 1 de marzo de 2011

Herencia genética, ¿un juego de azar? La ciencia explica que el “de tal palo, tal astilla” a veces falla


De padres agraciados se suelen esperar hijos guapos, y viceversa. Pero algunos casos hacen sospechar a los más maledicentes que las leyes de la genética también pueden zozobrar. ¿Por qué los hijos se parecen a sus padres? ¿Y por qué en ocasiones no es así? La ciencia cuenta que en las células de todo individuo se esconden unos diminutos portadores de la herencia genética, denominados cromosomas, y explica que se presentan en dos juegos: uno procede del padre y otro, de la madre. Este reparto igualitario, ¿significa que un descendiente debería ser una media aritmética de ambos?
El fenotipo –manifestación de la herencia– procede de la traducción a proteínas de un código genético que es estrictamente personal e intransferible, no una mera suma de dos medias copias. La idea popular de la mezcla de genes es acertada; mientras que una célula de la piel conserva los dos juegos cromosómicos juntos, pero no revueltos, el caso de las células sexuales es diferente. De ahí que de una célula de la piel se pueda obtener un clon, y de un óvulo y un espermatozoide nazca un individuo único, no un promedio de sus padres.
Cuando un óvulo madura, sufre un proceso llamado meiosis, que reduce a la mitad la dotación genética para que la unión con el espermatozoide restaure el genoma doble, o diploide. Pero antes de la separación de los cromosomas tiene lugar algo llamado recombinación: cada cromosoma materno y su homólogo paterno se intercambian fragmentos. Como resultado final, los cromosomas preparados para legar al futuro embrión no son los mismos de su madre, sino mosaicos irrepetibles donde se han barajado los genes de sus abuelos. Lo mismo se aplica a la procedencia de la otra mitad, el espermatozoide. Estas variaciones no sólo crean individuos únicos, sino que son el sustrato sobre el que actúa la evolución de las especies.
Daría la sensación de que todo es un juego de azar. Pero a menudo el azar no es sino un desconocimiento de las reglas del proceso. Los científicos tratan de desentrañar las claves que gobiernan la recombinación; y han avanzado un gran camino en este terreno. Algunas de las normas del juego ya se conocen: no todas las regiones del genoma recombinan por igual, sino que este fenómeno se centra en hotspots, puntos calientes, distintos para hombres y mujeres; la tasa de recombinación varía entre individuos y familias, aumenta con la edad de la mujer –no así en el hombre– y está relacionada con la fertilidad, como si la evolución pensara que en la variedad está el gusto.

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